La otoñada llega cubierta de tristeza.
Los árboles agitan sus frondosas ramas:
un alud de caducas hojas se precipita.
Resecas lucen un tono amarronado,
opuesto al verdor de su apogeo.
Yacen esparcidas al pie del árbol
que las mantuvo prisioneras.
Al viento aguardan impacientes
para ir sin rumbo en libertad.

A orillas de un hermoso lago
me regodeo de mi otoño existencial.
Observo a lo lejos una hoja frágil
arrastrada por las aguas cristalinas.
Se atasca enfrente, me impresiona.
Irradia una energía desbordante:
a voluntad la abordo de inmediato.

Felices navegamos por la vida.
Unidas disfrutamos nuestro otoño,
al igual que el resto de estaciones.